Se cuenta que hace más de 4700 años, el emperador chino Sheng Nung se encontraba en su jardín con un cuenco de agua caliente cunado el viento sopló, arrastrando con él las hojas de un árbol del té silvestre. Tres de esas hojas cayeron en su cuenco y el emperador pudo percibir el agradable aroma del té. Al probar el agua se sintió fresco y concentrado.
¡Se acababa de descubrir el té!
Se desarrollaron entonces diferentes métodos de tostado y de tratamiento al vapor para conservar las hojas.

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